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jueves, 19 de marzo de 2020

JUEVES 19 DE MARZO. 2º ESO

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Hoy terminamos el feudalismo. Os dejo un texto que tenéis que leer y contestar a las preguntas.

Cuando acabéis tenéis que enviarme las fotos de lo que hicisteis el martes y hoy jueves. Intentad hacerlo antes del domingo.

Habla de Leola. Tiene 15 años y trabaja el campo con su padre y su hermano. Son siervos de un señor feudal francés, que a la vez es vasallo del Rey de Aragón. Sufren el terror  de continuas guerras y desolaciones, y llevan una vida mísera. Así era la vida que  llevaban la mayoría de europeos que vivieron en la Edad Media.  



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Me recuerdo arando el campo con mi padre y mi hermano, hace tanto tiempo que parece otra vida. Estamos muy retrasados con la siembra; este año no sólo hemos tenido que labrar primero los campos del Señor, como es habitual, sino también reparar los fosos de su castillo, hacer acopio de víveres y agua en los torreones, cepillar los poderosos bridones de combate y limpiar de maleza, las explanadas frente a la fortaleza, para evitar que puedan emboscarse los arqueros enemigos. Estamos nuevamente en guerra, y el señor de Abuny, nuestro amo, vasallo del conde de Gevaudan, que a su vez es vasallo del Rey de Aragón, combate contra las tropas del Rey de Francia. Mi hermano y yo nos apretamos contra el arnés y tiramos con todas nuestras fuerzas del arado, mientras padre hunde en el suelo pedregoso nuestra preciada reja, esa cuchilla de metal que nos costó once libras, más de lo que ganamos en cinco años, y que constituye nuestro mayor tesoro.  Al tirar del arado tengo que hundir la cabeza entre los hombros y miro al suelo: resecos terrones amarillos y un calor de cazuela. La sangre se me agolpa en las sienes y me mareo. Empujo y empujo, pero no avanzamos. Nuestros jadeos quedan silenciados por los alaridos y los gritos agónicos de los combatientes: en el campo de al lado, muy cerca de nosotros, está la guerra. Desde hace tres días, cuatrocientos caballeros combaten entre sí en una pelea desesperada. Llegan todas las mañanas, al amanecer, ansiosos de matarse, y durante todo el día se hieren y se tajan con sus espadas terribles mientras el sol camina por el arco del cielo. Luego, al atardecer, se marchan tambaleantes a comer y a dormir, dispuestos a regresar a la jornada siguiente. Día tras día, mientras nosotros arañamos la piel ingrata de la tierra, ellos riegan el campo vecino con su sangre. Caen los bridones destripados, relinchando con una angustia semejante a la de los cerdos en la matanza, y los caballeros de la misma bandera se apresuran a socorrer al guerrero abatido, tan inerme en el suelo, mientras los ayudantes le traen otro caballo o consiguen desmontar a un enemigo. La guerra es un fragor, un estruendo imposible; braman los hombres de hierro al descargar un golpe, tal vez para animarse; gimen los heridos pisoteados en tierra; aúllan los caballeros de rabia y de dolor cuando el ardiente acero les amputa una mano; colisionan los escudos con retumbar metálico; piafan los caballos; rechinan y entrechocan las armaduras. Antoine y yo tiramos del arado, padre arranca una piedra del suelo con un juramento y ellos, aquí al lado, se matan y mutilan. El aire huele a sangre y agonía, a vísceras expuestas, a excrementos. Al atardecer los movimientos de los guerreros son mucho más lentos, sus gritos más ahogados, y por encima de la masa abigarrada de sus cuerpos se levanta una bruma de sudor.  Veo las heridas monstruosas y puedo distinguir sus rostros desencajados, pero no siento por ellos la menor compasión. Los hombres de hierro son todos iguales: voraces, brutales.—Así se maten todos —resopla mi hermano. Me da lo mismo quién gane este combate. Bajo el Rey de Aragón o el Rey de Francia nuestra vida seguirá siendo una mísera jaula. Para el Señor sólo somos animales domésticos, y no los más preciados: sus alanos, sus bridones, incluso sus palafrenes son mucho más queridos. Tenemos que trabajar las tierras del amo, reparar sus caminos y sus puentes, limpiar las perreras, lavar sus ropas, cortar y acarrear la leña para sus chimeneas, pastorear su ganado y hacerlo pasear por los campos del señorío para fertilizarlos con sus excrementos. Tenemos que pagar el diezmo eclesiástico, y los rescates de Abuny y sus hombres cuando resultan vencidos en sus estúpidos torneos; tenemos que costear el nombramiento de cabañero de sus hijos y las bodas de sus hijas, y contribuir con una tasa especial para las guerras. El molino, el horno y el lagar son del amo, y nos pone un buen precio cada vez que vamos a moler nuestro grano, a cocer nuestro pan o prensar nuestras manzanas para hacer sidra. Ni siquiera podemos casarnos o morirnos tranquilos: tenemos que pagarle al amo por todo ello. No conozco a un solo villano que no odie a su Señor, pero somos animales temerosos. —No es miedo, es sensatez —dice padre cuando Antoine o yo nos desesperamos—. Ellos son mucho más fuertes. Ya habéis visto lo que pasa si te rebelas. Sí, lo hemos visto. Todos los años hay alguna revuelta campesina en la comarca.  Todos los años unas cuantas cabezas acaban hincadas en lo alto de las picas. Todavía se recuerda el caso de Jean el Leñador, siervo del señor de Tressard, en las tierras al otro lado del río. Jean era joven y cuentan que era guapo. Jean hablaba bien y se llevó detrás a muchos hombres. Se refugiaron en los bosques y duraron bastante: varias semanas. Vencieron en algunas escaramuzas y mataron a un par de caballeros, y mi padre ataba a mi hermano por las noches para que no se escapara y se les uniera. Por un momento pareció que todo era posible, pero los campesinos no somos enemigos para los hombres de metal. Llegaron los guerreros y los destrozaron. A Jean le apresaron y, para burlarse, le ciñeron una corona de hierro al rojo vivo, proclamándole el rey de los villanos. Quizá alguno de los caballeros que ahora se destripan aquí al lado estuvo presente en el suplicio; quizá se rió del dolor del plebeyo. Así se maten todos en sus batallas absurdas.
Fragmento de “El Rey Transparente” de Rosa Montero


RESPONDE A LAS SIGUIENTES PREGUNTAS: 
  1. ¿De dónde he extraído el texto?
  2. ¿Quién lo ha escrito?
  3. ¿En qué época histórica se desarrolla?
  4. ¿Quién es su protagonista?
  5. ¿Cuál es su actividad?
  6. ¿Por qué van retrasados en la siembra?
  7. ¿Quiénes están luchando en la guerra?
  8. ¿Leola, su padre y su hermano también luchan?
  9. ¿Dónde luchan los guerreros?
  10. ¿La guerra dura todo el día?
  11. ¿Qué obligaciones tienen los campesinos con sus señores?
  12. ¿Qué es lo más preciado que poseen?
  13. ¿Qué piensan ellos de los guerreros?
  14. ¿Alguien se rebeló contra los señores?
  15. ¿Qué consiguió?


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